Explorando la neuroanatomía de un asesino
Al escanear los cerebros de cientos de asesinos condenados, un estudio reciente se ha centrado en diferencias significativas en la materia gris de las personas con condenas por homicidio, en comparación con las personas que han cometido otros delitos violentos.
Un nuevo estudio examina el cerebro de los asesinos.En 2016, hubo un estimado de 17.250 asesinatos en los Estados Unidos.
El homicidio, por supuesto, tiene un impacto devastador en las personas y la sociedad en general.
Como tal, es fundamental estudiar la base biológica, psicológica y social de estos terribles actos.
Aunque estudios anteriores han analizado cómo el cerebro de un asesino puede diferir del de un no asesino, a menudo han tenido fallas.
Recientemente, un grupo de científicos se propuso llenar algunos de los vacíos y diseñaron el estudio más grande de este tipo hasta la fecha. Los investigadores han publicado sus hallazgos en la revista. Imagen y comportamiento del cerebro.
Defectos en trabajos anteriores
Estudios anteriores que utilizaron escáneres PET, llevados a cabo en la década de 1990, concluyeron que los cerebros de las personas condenadas por homicidio mostraban una actividad reducida en varias regiones del cerebro.
Estos incluyen partes de la corteza prefrontal, que es una región que es importante para moderar el comportamiento social, entre muchas otras cosas, y la amígdala, que desempeña un papel vital en el procesamiento de las emociones.
Aunque los hallazgos fueron interesantes, los investigadores habían inscrito exclusivamente a participantes que habían sido declarados "no culpables por razón de locura". Por lo tanto, cualquiera de las diferencias que midieron los científicos podría deberse a una enfermedad mental o lesión cerebral, más que a tendencias homicidas.
Otros estudios posteriores han investigado los cerebros de individuos violentos con afecciones como la esquizofrenia. Estos investigadores han encontrado cambios en regiones cerebrales similares, pero enfrentan los mismos problemas. Como explican los autores del nuevo estudio:
"No son suficientes para discriminar el homicidio de otros resultados violentos o de otros trastornos psiquiátricos".
Un nuevo enfoque
Muchos de los estudios anteriores utilizaron a personas no encarceladas como grupo de control, lo que está lejos de ser ideal. Para remediar esto, en su último proyecto, los autores solo reclutaron reclusos.
En total, los científicos tomaron datos de 808 internos varones adultos; cada participante encajó en uno de tres grupos:
- personas condenadas por homicidio (203 personas)
- personas condenadas por delitos violentos que no hubieran cometido un homicidio (475 personas)
- personas condenadas por delitos no violentos o mínimamente violentos (130 personas)
Es importante destacar que excluyeron a las personas con un trastorno psicótico y a las que habían perdido el conocimiento durante más de 2 horas como resultado de una lesión cerebral traumática.
Los científicos no incluyeron a ninguna persona que hubiera sido condenada por un delito que pudiera haber involucrado una muerte accidental. También excluyeron a los participantes que no habían estado directamente involucrados en el delito.
Además de las imágenes por resonancia magnética, los investigadores consideraron otros detalles, incluida la información sobre el uso de sustancias, la edad de los participantes y cuánto tiempo habían estado en prisión. También calcularon el coeficiente intelectual de cada participante.
En comparación con aquellos con condenas violentas y no violentas, los cerebros de las personas condenadas por homicidio eran significativamente diferentes; y esta diferencia siguió siendo evidente, incluso después de que los científicos controlaran los factores mencionados anteriormente.
Curiosamente, no hubo diferencias significativas entre los cerebros de las personas condenadas por delitos violentos y no violentos. Parece que la neuroanatomía de un asesino es única.
¿Dónde estaban las diferencias?
Los científicos observaron déficits en una variedad de regiones del cerebro, incluidas las cortezas prefrontales ventrolateral y dorsolateral, la corteza prefrontal dorsomedial, la ínsula, el cerebelo y la corteza cingulada posterior. Según los autores:
"Las reducciones en la materia gris entre los delincuentes por homicidio fueron evidentes en una serie de áreas del cerebro importantes para el procesamiento afectivo, la cognición social y el control estratégico del comportamiento".
Estos últimos resultados concuerdan con algunos estudios anteriores y también amplían los hallazgos anteriores.
La mayoría de las regiones identificadas en el nuevo estudio parecen tener roles que podrían considerarse pertinentes al homicidio. Por ejemplo, los autores explican que se cree que algunas de estas regiones desempeñan un papel en la empatía, regulan las emociones, toman decisiones morales, evalúan los estados cognitivos de los demás y experimentan arrepentimientos.
Como siempre, el estudio tiene ciertas limitaciones. Por ejemplo, aunque el análisis tomó en cuenta una variedad de factores, podría haber otros parámetros que los investigadores no midieron. Como mencionan los autores, no midieron la impulsividad; quizás estos cambios neuroanatómicos son simplemente una señal de que las personas que asesinan son más impulsivas que las que cometen delitos menos violentos.
Además, este estudio analizó los escáneres cerebrales en un momento determinado, por lo que no puede determinar cuándo surgieron estos cambios; ¿Los condenados asesinados nacieron con deficiencias en estas áreas o se desarrollaron con el tiempo?
Preocupaciones y futuro
El estudio actual invoca sombras del determinismo biológico: la teoría de que nuestros genes definen nuestro comportamiento con poca o ninguna influencia de nuestro entorno, y que históricamente se ha asociado con la eugenesia y otras creencias dañinas.
Los autores se apresuran a distanciarse de estas connotaciones, explicando que:
"[Nuestros hallazgos] no deben confundirse con la capacidad de identificar a delincuentes de homicidio individuales utilizando únicamente datos cerebrales, ni este trabajo debe interpretarse como una predicción de la conducta homicida futura".
El estudio incluyó un gran tamaño de muestra, lo que hace que las conclusiones sean sólidas, y más datos ayudarán a desarrollar los detalles. Los científicos planean continuar en esta línea y construir un mapa más profundo de las diferencias que midieron y las redes que las conectan.
Otros necesitarán investigar cómo y por qué ocurren estos cambios neuroanatómicos, si pueden revertirse o prevenirse, y si revertirlos o prevenirlos altera el comportamiento. Estas son preguntas importantes que es poco probable que se respondan rápidamente.
Los autores concluyen explicando que su “trabajo representa un paso incremental para hacer que nuestra sociedad sea más segura al demostrar el papel crucial de la salud y el desarrollo del cerebro en las formas más extremas de violencia representadas entre las poblaciones antisociales”.