Ataque cardíaco: un nuevo hallazgo puede cambiar el aspecto del tratamiento

Los ataques cardíacos son emergencias médicas en las que se bloquea el suministro de sangre al corazón, generalmente por un coágulo de sangre. Un nuevo estudio de Suecia ha hecho un descubrimiento intrigante que puede cambiar las pautas existentes sobre el tratamiento de los ataques cardíacos.

¿Algunos anticuerpos juegan un papel en los ataques cardíacos?

Los anticuerpos, o inmunoglobulinas (Ig), son un tipo de proteína producida por las células plasmáticas (un tipo de célula sanguínea). El sistema inmunológico a menudo los utiliza para combatir cuerpos extraños potencialmente dañinos.

Ahora, investigadores del Karolinska Institutet en Solna, Suecia, han descubierto que ciertos anticuerpos, una vez asociados con enfermedades reumáticas, también están presentes en grandes cantidades dentro de los cuerpos de las personas que han sufrido un ataque cardíaco.

Estos son los anticuerpos antifosfolípidos (aPL), que son anticuerpos anormales que reaccionan a los tipos de tejido producidos por el propio cuerpo, como la cardiolipina (una lipoproteína) y la beta-2-glicoproteína-I (una proteína plasmática).

Los científicos señalan que los aPL suelen aparecer en el contexto de enfermedades reumáticas, como el lupus eritematoso sistémico o lupus.

La presencia de estos anticuerpos, continúan, puede aumentar el riesgo de que una persona tenga coágulos de sangre. Esto sucede en el síndrome antifosfolípido (SAF), una afección autoinmune en la que el cuerpo produce en exceso aPL.

Los anticuerpos están presentes en niveles elevados.

En el estudio reciente, cuyos hallazgos aparecen en el Annals of Internal Medicine - los autores señalan que el aPL está claramente presente en los cuerpos de muchas personas que han sufrido ataques cardíacos y no padecen enfermedades autoinmunes.

También informan que hasta ahora no ha quedado claro cuán comunes son los aPL en el caso de esas personas, porque los científicos han realizado estudios previos a una escala demasiado pequeña para proporcionar los datos apropiados.

Para el nuevo estudio, los investigadores trabajaron con 800 personas ingresadas como pacientes en 17 hospitales suecos después de haber sufrido un ataque cardíaco por primera vez.

Para poder comparar los datos, los investigadores también reclutaron un número igual de participantes sanos para que actuaran como grupo de control.

Los investigadores analizaron muestras de sangre del primer grupo a las 6 y luego nuevamente a las 10 semanas después del ataque cardíaco. Buscaron tres tipos distintos de aPL: inmunoglobulina G (IgG), M (IgM) y A (IgA).

Cuando observaron los datos, los investigadores vieron que el 11 por ciento de los participantes que habían experimentado ataques cardíacos tenían aPL que reaccionaban tanto a la cardiolipina como a la beta-2-glicoproteína-I. Eso fue 10 veces más personas que en el grupo de control.

"Hace mucho que estoy convencido de que los anticuerpos son más comunes de lo que pensamos y ahora he podido analizar su presencia en un gran material de pacientes", dice la autora del estudio, la profesora Elisabet Svenungsson.

"Esto cambiaría las pautas vigentes"

“Era una proporción sorprendentemente alta de pacientes y los niveles también eran claramente altos”, explica el profesor Svenungsson.

Específicamente, los voluntarios tenían niveles altos de anticuerpos IgG, que se asocian más comúnmente con un mayor riesgo de coágulos sanguíneos.

Sin embargo, los investigadores admiten que solo recolectaron un conjunto de muestras de sangre, lo que puede no reflejar con precisión los niveles de aPL a lo largo del tiempo y, en cambio, puede ser una reacción única al ataque cardíaco.

Aún así, si sus niveles de aPL permanecen altos durante 3 meses, esto significaría que los participantes tienen APS, lo que los predispondría a la formación de coágulos de sangre.

“En cuyo caso,” señala el profesor Svenungsson, “de acuerdo con las recomendaciones actuales, se les recetará un tratamiento de por vida con el anticoagulante warfarina, que reduce el riesgo de nuevos coágulos de sangre”, concluyendo:

"Esto cambiaría las pautas vigentes para la investigación y el tratamiento de los ataques cardíacos".

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